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Ni putas ni sumisas

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Los fascistas socialistas coquetean con los fascistas islámicos de un modo que va más allá del antisemitismo que comparten. ¿Qué otros objetivos tienen en común unos y otros?

Leí estos días un artículo que me dejó anonadado: una mujer, supuesta víctima hace años del poder de la iglesia católica, contaba el miedo que supuestamente pasaba cuando por alguna razón no se cubría la cabeza con un pañuelo en determinados actos religiosos. Su conclusión era que después de tantos años luchando contra las imposiciones religiosas y por los derechos de la mujer, era inaceptable que a la niña musulmana que ha sido portada en todos los periódicos estos días se le prohibiera llevar el fular. Te quedas de piedra leyendo algo así, ¿cómo una persona que supuestamente ha sido víctima puede argumentar a favor de llevar el fular, cuando las circunstancias no solo son calcadas, sino más graves en el caso del islamismo? Yo, sinceramente dudo de que esa mujer fuera víctima de ninguna «monja sargento», ni de tal imposición, porque de ser así, por muchas consignas que le vengan del partido, no hablaría a favor del fular islámico. No me creo su pasado de víctima.

Pero no es la primera incoherencia de los sociatas: son los mismos que pretenden salvar a los niños de las creencias de sus padres con Educación para la Ciudadanía, los que se muestran mucho más comprensivos cuando la religión en cuestión no es la católica, sino el integrismo musulmán. Son los mismos que discriminan a los hombres por serlo, porque afirman defender a la mujer, los que aceptan como normal que la mujer se someta al dictado de los hombres en la familia musulmana. Son los mismos que practican la limpieza lingüísitica en Cataluña, privando a los menores de su derecho a ser educados en su lengua materna, los que dicen que hay que respetar el derecho de las menores a cubrir su cabeza.

¿Es la libertad de cada uno de vestir como quiera o de profesar la religión que quiera lo que está en juego?

No hablamos de simples trozos de tela, sino de símbolos religiosos.

No hablamos de tapar el codo, sino de cubrir la cabeza, el símbolo de nuestra individualidad. Si alguien llevara un símbolo religioso en el codo hablaríamos de proselitisimo. Y si fuera proselitismo católico en los colegios, lo prohibiríamos (si fuera musulmán, visto lo visto, no lo creo). Pero las mujeres musulmanas no se cubren el codo, sino la cabeza. Por cierto, si solo fuera proselitismo, ¿por qué no consentiríamos grupos de niños con brazaletes nazis en las clases de nuestros hijos, pero sí debemos consentir grupos de niñas con fular? Cuando dejamos a nuestros hijos en los colegios, no pretendemos que convenzan a nadie de nuestras creencias, pero tampoco que caigan en las redes de grupos religiosos o fascistas de cualquier signo.

No hablamos de que se cubran tanto hombres como mujeres, sino que solo se cubren las mujeres.

No hablamos de ir puntualmente tapadas en un acto religioso, sino en todo momento de sus vidas cuando están fuera de sus casas.

Y no es una cuestión del derecho de cada uno a elegir el color de la camiseta, sino que el verbo cubrir está correctamente elegido «La mujer pertenece a su marido, debe tapar su cuerpo para no provocar el deseo de los extraños así como evitar cualquier trato con varones que no pertenezcan a su familia«. ¿Son esos los derechos de la mujer que defendemos?

No hablamos de mujeres adultas, sino de menores.

No hablamos de una religión pacífica, sino de una en la que el abandono de la fe musulmana se castiga con pena de muerte. Una en la que la lapidación por cometer adulterio se considera normal.

Podemos considerar que el fular es un símbolo del sometimiento de la mujer al hombre, o que además es un acto político de desafío, un pulso, a nuestro estado de derecho por parte del integrismo musulmán, pero lo que es inadmisible es que cuando sucede que una niña se niega a cumplir con el reglamento del centro escolar sobre «uniformidad», cuestionemos al centro escolar en lugar de plantar cara al integrismo. Nadie apoyaría a un niño que se empeñase en llevar gorra, si eso desafiase la normativa del centro de no cubrir la cabeza. Pero vivimos en el mundo de ZP, en el que cuando alguien es amenazado de muerte por el integrismo islámico, criticamos al amenazado. Antisemitismo, cobardía y ausencia de principios morales son los símbolos de la era que nos toca sufrir. La era del viento.

«No al velo islamista, sí a la libertad«. Federico Jiménez Losantos

«En defensa del pañuelo«. Luís del Pino

«Los enredos del velo islámico y la falsa tolerancia educativa«. Carlos Martínez Gorriarán